La Academia Colombiana de Historia acoge como suyas las ponderadas manifestaciones de las Academias que hacen parte del Colegio Máximo de las Academias de Colombia con respecto a los eventos de los últimos días. Ese es el marco para referirnos en particular a los ataques al patrimonio histórico y cultural de la nación colombiana.
La Academia Colombiana de Historia simpatiza con las reivindicaciones simbólicas de los indígenas frente a la ideología histórica dominante desde el período conocido como la Conquista, que se manifiesta en la ocupación de espacios privilegiados por estatuas y monumentos, a veces en desafío de tradiciones precolombinas. Nadie tiene derecho, sin embargo, a abrogarse la potestad de derribar estatuas patrimonio cultural por repudiar el pasado turbio de las figuras históricas que representan, y que muchos otros colombianos respetan. Es el caso de fundadores de ciudades como Sebastián de Benalcázar y Gonzalo Jiménez de Quesada, o de Pedro de Heredia, cuya estatua ha sido también amenazada. La Academia Colombiana de Historia censura las manifestaciones de odio, como repudiaría que se derribaran estatuas de otras tradiciones, como la de la Gaitana.
En cuanto al ataque contra la estatua de Nariño, el Precursor que sacrificó su existencia por sus convicciones libertarias e iluminó la Colombia que somos, y contra otras figuras que se han ido a tierra, considera la Academia que el alcance político de esos gestos es de largo aliento y lleva detrás un intento de reescritura del pasado. Los jóvenes iconoclastas, que no conocen a quien tumban porque no se lo han enseñado, son el instrumento. Detrás de sus impulsos está la intención premeditada de borrar el recuerdo de los 500 años de formación de la hoy República de Colombia. Y de manera aún mas profunda, la “deconstrucción” de la sociedad para reensamblarla desde un tablero raso: los símbolos, malvados o santos, tienen que caer.
Frente a la amenaza existencial que representa el pequeño grupo de iconoclastas, no cabe sino el reclamo enérgico que estamos elevando a autoridades desentendidas. Si no se defienden las estatuas se entrega el pasado y con él, el futuro.
Academia Colombiana de Historia