Se cumplen 40 años de la tragedia de Armero ocurrida el 13 de noviembre de 1985, el día que una tragedia natural provocada por la erupción del volcán Nevado del Ruiz causó una avalancha de lodo, tierra y escombros que descendió por las laderas sepultando a un pueblo entero. Las estimaciones hablan de 27.000 muertos, incluso más, causando una de las catástrofes naturales más devastadoras de la historia.
A pesar de las señales previas y las advertencias sobre la actividad del volcán hechas por expertos, la avalancha tomó por sorpresa a la población. El Colegio Máximo de las Academias, que reúne a los diez cuerpos consultivos de Colombia, se unió al foro organizado por la Academia Nacional de Medicina el pasado 6 de noviembre, al que asistieron varios representantes de COLMAC, reconociendo que una tragedia como la de Armero trasciende la medicina y abarca disciplinas como la ingeniería, la jurisprudencia, la historia, la economía y la geografía.
El ingeniero Mario Lezaca Rojas, vicepresidente de la Sociedad Colombiana de Ingenieros y quien participó directamente en la recuperación del cauce del río Gualí, recordó su experiencia trabajando en un escenario que aún respiraba tragedia en 1986.
No solamente Armero sufrió las consecuencias de la avalancha; poblaciones vecinas también. El río Gualí perdió su camino natural y la obra de recuperación requería la excavación de 28.000 m³ y gaviones para construir muros de contención que buscaban reordenar el cauce del río aguas arriba. Aquella noche, los puentes casi desaparecen bajo el lodo por la altura de la avalancha que alcanzó varios metros.
Una inmensa roca, del tamaño de un edificio, quedó atrapada en medio del cauce del río Gualí. Ese obstáculo desvió las aguas, a los dos costados, poniendo en riesgo a una parte de la población de Honda. Tres manzanas tuvieron que ser evacuadas, y el histórico puente Person —del ferrocarril— peligraba por el daño a su estructura. Su misión fue proteger tanto las viviendas como el puente, reconstruir el cauce y devolverle al río su senda natural. Fue necesario dinamitar la piedra para recuperar el flujo del agua y levantar espolones con gaviones, armando la estructura en malla con piedra en su interior, para ubicarlos estratégicamente a lo largo del tramo. Un proceso demorado con algunos inconvenientes, pues la lluvia intensa derribaba parte del trabajo y había que retomar nuevamente.
Las serpientes eran visitantes frecuentes en medio del trabajo, pero nunca hubo una mordedura. Un bulldozer D11 de considerable tamaño, traído desde los Llanos Orientales, fue un elemento indispensable para avanzar, pero también la prueba del poder de la naturaleza; su desgaste por el agua y la arena obligaba frecuentemente a reemplazar piezas.
Tras varios meses de trabajo, finalmente el camino fue despejado para que el río siguiera su ruta natural. El propósito de proteger la margen derecha del río Gualí en Honda, en la zona entre La Pedregosa y Pearson, se cumplió.
Intervención en: ARMERO 40 AÑOS, EFEMÉRIDES – COLEGIO MÁXIMO DE LAS ACADEMIAS






